“¡Dichosa tú, que has creído!” ¡Feliz porque eres portadora de vida, capaz de irradiar paz y alegría!

FOTO 19 DICIEMBRE

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45:

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito.
– «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

 

MADRES CREYENTES

La escena es conmovedora. La ha compuesto Lucas para crear la atmósfera de alegría, gozo profundo y alabanza que ha de acompañar al nacimiento de Jesús. La vida cambia cuando es vivida desde la fe. Acontecimientos como el embarazo o el nacimiento de un hijo cobran un sentido nuevo y profundo.

Todo sucede en una aldea desconocida, en la montaña de Judá. Dos mujeres embarazadas conversan sobre lo que están viviendo en lo íntimo de su corazón. No están presente los varones. Ni siquiera José, que podía haber acompañado a su esposa. Son estas dos mujeres, llenas de fe y de Espíritu, quienes mejor captan lo que está sucediendo.

María «saluda» a Isabel. Le desea todo lo mejor, ahora que está esperando un hijo. Su saludo llena de paz y de gozo toda la casa. Hasta el niño que lleva Isabel en su vientre «salta de alegría». María es portadora de salvación: es que lleva consigo a Jesús.

Hay muchas maneras de «saludar» y de acercarnos a las personas. María trae paz, alegría y bendición de Dios. Lucas recordará más tarde que era eso precisamente lo que su hijo Jesús pedía a sus seguidores: «en cualquier casa que entréis, decid lo primero: Paz a esta casa».

Desbordada por la alegría, Isabel exclama: «Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre». Dios está siempre en el origen de la vida. Las madres, portadoras de vida, son mujeres «bendecidas» por el creador: el fruto de sus vientres es bendito. María es la «bendecida» por excelencia: con ella nos llega Jesús, la bendición de Dios al mundo.

Isabel termina exclamando: «Dichosa tú, que has creído». María es feliz porque ha creído. Ahí está su grandeza e Isabel sabe valorarla. Estas dos madres nos invitan a vivir y celebrar desde la fe el misterio de la Navidad.

Feliz el pueblo donde hay madres creyentes, portadoras de vida, capaces de irradiar paz y alegría. Feliz la Iglesia donde hay mujeres «bendecidas» por Dios, mujeres felices que creen y transmiten la fe a sus hijos e hijas. Felices los hogares donde unas madres buenas enseñen a vivir con hondura la Navidad.

 

José Antonio Pagola

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