““Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis””

18 de junio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

-«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

 Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judás Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

-«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»

AUTORIDAD PARA HACER EL BIEN

Jesús vivía muy atento a las personas necesitadas que encontraba en su camino. Mira al paralítico de Cafarnaún, a los dos ciegos de Jericó o a la anciana encorvada por la enfermedad, y se le conmueven las entrañas. No es capaz de pasar de largo, sin hacer algo por aliviar su sufrimiento.

Pero los evangelios nos lo presentan, además, fijando con frecuencia su mirada sobre las «muchedumbres». Veía a las gentes con hambre o con toda clase de enfermedades y dolencias, y le sucedía siempre lo mismo: sentía compasión.

Había algo que le dolía de manera especial.  Nos lo recuerda Mateo: «al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor». Ni los representantes de Roma ni los dirigentes religiosos de Jerusalén se preocupan de aquella gente de pueblo.

Esta compasión de Jesús no es un sentimiento pasajero. Es su manera de mirar a la gente y de vivir buscando el bien. Su forma de encarnar la misericordia de Dios. De esta compasión nace su decisión de llamar a los «doce apóstoles» para enviarlos a las «ovejas perdidas de Israel».

Para ello, él mismo les da «autoridad», pero lo que les regala no es un poder sagrado para que lo utilicen según su propia voluntad. No es un poder de gobernar al pueblo como los romanos que «gobiernan a las naciones con su poder». Es un poder orientado a hacer el bien «expulsando espíritus malignos» y «curando toda enfermedad y dolencia».

Toda la autoridad que hay en la Iglesia arranca y se basa en esta compasión de Jesús por el pueblo. Está orientada a curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien. Es un regalo de Jesús. Los que lo ejercen lo han de hacer «gratis», pues la Iglesia es un regalo de Jesús a las gentes.

Por eso los discípulos han de predicar lo que predicaba él, no otra cosa: «predicad que el reino de Dios está cerca»; que la gente pueda escuchar esa noticia y entrar en el proyecto de Dios. Pero lo han de hacer poniendo salud, vida, convivencia y liberación de lo demoníaco. Así lo indican las cuatro órdenes de Jesús: «curad enfermos», «resucitad muertos», «limpiad leprosos», «arrojad demonios».

José Antonio Pagola

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