Preocupémonos por los dolores y sufrimientos ajenos

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Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole
de rodillas:
– «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
– «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
El lo despidió, encargándole severamente:
– «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó
Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún Pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

INSENSIBILIDAD

La actuación de Jesús con los leprosos es muy reveladora. En realidad, las fuentes no hablan propiamente de «curaciones». Los leprosos no le piden que los cure, sino que los «limpie»: que los libere de esa barrera que los excluye de una convivencia digna con los demás. Y Jesús actúa siempre de la misma manera: se compadece de su sufrimiento, extiende su mano, los toca y los libera de la exclusión.

El gesto de Jesús es intencionado. No está pensando sólo en la curación del enfermo. Su actuación es una llamada a toda la sociedad. Hay que construir la vida de otra manera: los leprosos pueden ser tocados, los excluidos han de ser acogidos. No hemos de mirarlos con miedo sino con compasión. Como los mira Dios.

Lo peor que hay en estos momentos en el mundo es la indiferencia de los países ricos ante el sufrimiento de los pueblos excluidos de una convivencia digna. Como dice José María Castillo, «la indiferencia ante el sufrimiento hace más daño que la violencia que causa sufrimiento».

Nos da miedo el mundo violento que estamos generando. Nos inquieta la llegada imparable de los inmigrantes. Nos asusta la «rebelión de los pobres». Pero es nuestra insensibilidad ante el hambre y la impotencia de tantos millones de seres humanos la que hace posible que su sufrimiento siga avanzando lentamente hacia la violencia.

Nos creemos «civilizados», «demócratas», «honestos» y no sé cuántas cosas más porque no somos violentos y terroristas, pero con nuestra insensibilidad ante el sufrimiento de los hambrientos estamos sembrando como nadie el germen de una violencia imprevisible.

Nosotros vamos a lo nuestro. Nos preocupa la peste aviar, pero no las cien mil personas que mueren cada día a causa del hambre. Es normal. Las aves nos pueden contagiar, pero los hambrientos mueren en silencio, excluidos de la Gran Sociedad. No son un peligro para nadie.

«Otro mundo es posible». Así reza el lema de Manos Unidas para la Campaña contra el Hambre en el Mundo. Es cierto. Pero depende de que crezca nuestra sensibilidad ante los que sufren.

José Antonio Pagola

www.gruposdejesus.com

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