Muchas de las recomendaciones que se realizan en verano tienen que ver con la ingesta de líquidos, el calor, la actividad deportiva excesiva y los peligros de la deshidratación.
Podemos decir que padecemos deshidratación cuando la pérdida de líquidos es superior a su ingesta, lo que produce una serie de alteraciones en nuestro organismo que debemos atender y remediar lo antes posible, pues una deshidratación excesiva y prolongada puede causar daños irreparables en nuestro organismo.
Esta afección es especialmente peligrosa en bebés, niños y personas mayores o dependientes, pues su organismo es más propenso a la pérdida de líquidos y en algunos casos los síntomas pasan desapercibidos.
Una deshidratación leve o moderada puede ser atendida de manera inmediata en nuestro domicilio, pero ante una persistencia de los síntomas o si estos se manifiestan de forma grave, es importante acudir a un centro hospitalario de forma urgente.
En época estival, el calor al que nos enfrentamos de forma cotidiana puede incrementarse de forma imprevista o afectarnos sin detectar la pérdida de líquidos. Si nuestro organismo no está lo suficientemente preparado, podemos acusar una leve deshidratación. Por ello debemos evitar realizar actividades deportivas o que impliquen sudoración en las horas centrales del día y procurar mantener una hidratación constante. Hay que tener en cuenta que podemos perder líquidos a pesar de estar a remojo en piscinas o playas.
Si padecemos algún tipo de diarrea o vómitos, es más fácil perder líquidos y por lo tanto estamos más expuestos a una posible deshidratación.
En bebés y niños pequeños, la deshidratación se manifiesta con un llanto sin lágrimas, mostrando sequedad excesiva en lengua y boca o si no mojan el pañal en al menos tres horas. Todos o algunos de estos síntomas pueden indicar que estamos ante una posible deshidratación.
En adultos detectamos además la presencia de mareos, una situación de confusión, micciones menos frecuentes, sed excesiva y fatiga.
Si detectamos alguno de los síntomas y valoramos que se trata de una deshidratación leve, podemos actuar desde casa, atendiendo los síntomas y protegiendo a la persona afectada.
Debemos incrementar la ingesta de líquidos, poco a poco al principio, pero incrementando la dosis, incluso con el uso de una solución rehidratante con sales y electrolitos. La pérdida de agua en el organismo también reduce la presencia de estas sales minerales, muy importantes para nuestro sistema neurológico y que su pérdida puede producir un mal funcionamiento de nuestro organismo e incluso una pérdida de conciencia.
Si padecemos vómitos o diarrea no es recomendable recuperar líquidos con la ingesta de zumos o frutas con jugo, pues pueden afectar negativamente a la evolución de la diarrea.
Si los síntomas permanecen o afectan a un bebé, niño pequeño o adulto mayor, es recomendable dirigirse urgentemente a una consulta médica para valorar el grado de deshidratación y resolverla lo antes posible. Una vez atendido en el centro médico, la rehidratación se realiza de forma intravenosa, lo que actúa de forma más rápida y ayuda en la recuperación de los líquidos corporales.