La DANA dejó una huella imborrable en nuestras vidas. Más allá de los daños materiales, esta catástrofe natural generó profundas heridas emocionales que aún hoy resuenan en el corazón de quienes la vivieron. La ansiedad, la tristeza y el miedo se apoderaron de nuestras vidas, dejando un horizonte de incertidumbre y desasosiego.
El impacto psicológico de un suceso de esta magnitud es complejo y multifacético. Muchas personas experimentan una amplia gama de emociones, desde la ira y la frustración hasta la culpa y el sentimiento de impotencia. Además, es común que surjan dificultades para dormir, cambios en el apetito, irritabilidad y dificultades para concentrarse.
Es fundamental que las instituciones y la sociedad en su conjunto trabajen para prevenir y mitigar las consecuencias psicológicas de las catástrofes naturales. Esto implica:
La recuperación de una catástrofe natural es un proceso largo y complejo. Sin embargo, con el apoyo adecuado y los recursos necesarios, es posible superar las heridas emocionales y reconstruir nuestras vidas.