Roncar por las noches, permanecer gran parte del día con la boca abierta, tener ojeras y aplanamiento en la zona de los pómulos, meter la lengua entre los dientes para tragar, tener tendencia a levantar la barbilla y adelantar el cuello para respirar mejor o padecer otitis de repetición, son síntomas que nos pueden indicar que un niño está realizando una respiración bucal, es decir, un hábito anómalo de respirar por la boca en lugar de hacerlo por la nariz.
“La respiración nasal nos mantiene sanos- explica el otrorrino del Hospital La Salud, Dr. José Montalt– porque las fosas nasales calientan y humedecen el aire que respiramos y esto protege la salud respiratoria. Además –añade-, al respirar por la nariz los senos paranasales producen óxido nítrico, sustancia que ayuda a las defensas del organismo contra las infecciones”.
“Es importante- explica el Dr.- la detección precoz de la respiración bucal porque afecta al desarrollo y crecimiento y se dispone de tratamientos eficaces”.
La respiración bucal se produce cuando hay alguna obstrucción que dificulte el paso del aire desde la nariz hasta el aparato respiratorio inferior.
Las causas más frecuentes en los niños son el aumento de tamaño de las adenoides (vegetaciones) o de las amígdalas (hipertrofia) o de ambas, las infecciones respiratorias,
las alergias y, menos frecuentemente, la desviación del tabique nasal, hipotonía muscular, pólipos, etc.
Si la respiración bucal se mantiene en el tiempo puede causar ronquidos cuando el niño duerme. “Los ronquidos constantes en la edad infantil no son normales y hay que prestarles atención porque el sueño correcto es muy importante para un crecimiento saludable”, explica el Dr. José Montalt.
Se pueden producir también episodios de apnea en los que el niño deja de respirar y que provocan una disminución de la oxigenación del organismo durante el sueño. Como consecuencia, el niño puede mostrar cansancio, somnolencia, fatiga e irritabilidad durante el día.
También puede provocar una deformación de la cara dando lugar a la denominada “facies adenoidea”, es decir, cara alargada y aplanada, la barbilla retraída, ojeras, el paladar estrecho u ojival, dientes mal implantados…
Además, respirar por la boca puede provocar problemas dentales: aumenta la propensión a padecer caries, el mal aliento por acumulación de bacterias o la sensación de boca seca. La respiración bucal favorece también la maloclusión dental: mordida abierta, paladar estrecho y mandíbula retraída.
Asimismo, pueden aparecer problemas de audición y otitis de repetición, debido a que la mala aireación de la nariz se puede extender también a través de las trompas de Eustaquio hacia los oídos.
El tratamiento más adecuado para corregir este hábito depende de la causa. Un diagnóstico preciso ayudará a establecer un plan de tratamiento eficaz. A veces, incluso, puede ser necesaria la intervención de varios profesionales que actúen de forma coordinada.
El otorrinolaringólogo es el especialista de las enfermedades del oído, de la nariz y de la garganta que evaluará inicialmente al niño. Si la obstrucción de las vías respiratorias se debe a un aumento del tamaño de las amígdalas, de las adenoides o de ambas, puede estar indicada una intervención quirúrgica que facilite el paso del aire.
A menudo es necesaria la intervención de otros profesionales como el ortodoncista que se encargará de que el niño tenga una correcta posición de los dientes y de los huesos maxilar superior y de la mandíbula o el logopeda si ya se han producido problemas del habla, del lenguaje, de la voz o de las funciones orales asociadas a la respiración, masticación y deglución.