Recientemente a los niños y adolescentes que han vivido la actual pandemia por COVID-19 se les ha bautizado como “pandemials”. Pero, ¿qué consecuencias pueden causar las restricciones actuales por esta pandemia en los adolescentes?
Según expertos en Psiquiatría y Psicología Clínica de la Infancia y de la Adolescencia, el 25% de los niños que han sufrido aislamiento por COVID-19 presenta síntomas depresivos y/o de ansiedad.
Tal y como explica la Dra. Gemma Ochando, psiquiatra infantil y juvenil de La Salud, “la adolescencia es una etapa de transición entre la infancia y la edad adulta que abarca desde los 10 a los 19 años. En esta etapa se produce un importante cambio a nivel físico y también psicológico y por lo tanto, es un periodo de mayor vulnerabilidad ante problemas de salud mental”.
Durante la pandemia muchos adolescentes han estado expuestos a sentimientos de miedo e incertidumbre. Los cambios en la rutina por el cierre de los centros escolares o la incorporación posterior en un ambiente de preocupación o tensión por los nuevos contagios tras su incorporación a las aulas, ha supuesto un estrés añadido a muchos de ellos. “Las clases- explica la Dra. Ochando- han pasado a ser semipresenciales, de manera que unos días acuden al centro escolar y otros días la clase es online. Esto puede conllevar dificultades en el sueño por cambio en los horarios y rutinas y las consiguientes repercusiones que puede conllevar la falta de un sueño adecuado en el aprendizaje escolar”.
“Pero, además-añade-, han aumentado los posibles estresores como son la vivencia de una posibilidad de contagio a ellos mismos o a sus familiares queridos, con sentimiento de impotencia al no poder protegerlos. También la incertidumbre generalizada sobre el futuro, el desempleo o las dificultades económicas que está conllevando la pandemia en la economía general, o la exposición excesiva a noticias inquietantes y poco adaptadas a su edad”.
Uno de los cambios más importantes a esta edad que ha conllevado la pandemia por coronavirus ha sido la alteración de las relaciones interpersonales. Ahora los jóvenes pasan más tiempo en casa con la familia que en la calle con personas de su edad. Ha disminuido el tiempo de contacto con los iguales, tan importantes en la formación de la identidad personal a esta edad. Ha disminuido la capacidad de conocer nuevos amigos o compañeros de su edad al limitar todas las salidas y actividades durante todos los meses que ha durado el confinamiento y las posteriores restricciones de movilidad. Es importante recalcar que a esta edad la duración en meses de las restricciones supone un mayor impacto que en otras edades posteriores de la vida.
Pero no sólo ha disminuido la capacidad de esparcimiento al aire libre en compañía de amigos, sino que se ha producido también una imposibilidad para practicar deporte colectivo o actividades culturales, con la consiguiente disminución del ejercicio físico, aumento del sendentarismo, aumento del riesgo cardio-vascular, peor comportamiento y condición física y menor autoestima.
“Por otra parte- explica la Dra. Ochando-, se ha producido también un distanciamiento de sus seres queridos no convivientes (abuelos, primos, tíos) con la preocupación de que pueda pasarles algo y el miedo a la pérdida. Estos miedos pueden surgir también de desinformaciones, rumores o bulos que no son siempre fundados, por lo que los padres han tenido que hacer una tarea añadida de informar a sus hijos ante la avalancha de noticias inquietantes recibidas”.
“Además-añade- , el aburrimiento y la disponibilidad de más tiempo en casa han conllevado un aumento en el uso y abuso de la tecnología, que en algunos casos ha hecho agravar la dependencia a los dispositivos electrónicos. Aunque no todo ha sido negativo en este aspecto, ya que se ha convertido en una forma de comunicación con los amigos”.
La situación de confinamiento y las restricciones a la movilidad que están viviendo los adolescentes puede haber aumentado los conflictos en casa al haber un mayor tiempo de convivencia intrafamiliar en un espacio limitado; pero ha supuesto también una oportunidad para reforzar lazos afectivos. En esta línea, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos ha elaborado unas guías donde ofrece algunos consejos y herramientas útiles para mejorar la convivencia con los adolescentes.
A nivel sanitario, también se han visto interrumpidas terapias y tratamientos específicos, lo que ha podido suponer una disminución en el seguimiento de patologías mentales, entre otras, y un empeoramiento de los síntomas en aquellos adolescentes que ya presentaban dificultades. Un estudio realizado en Reino Unido ha puesto de relieve que el 32% de los jóvenes con problemas de salud mental preexistente había empeorado en los últimos meses.
A pesar de todo esto, explioca la Dra. “la experiencia en crisis humanitarias refleja que la mayoría de niños y adolescentes presenta una alta capacidad de resiliencia, o habilidad para superar la adversidad, sin desarrollar problemas de salud mental. Pero, esta capacidad de superación no elimina la necesidad de acompañar a los niños y adolescentes en este proceso”. Por ello, la Dra Ochando pide a las autoridades “que tomen conciencia de las posibles repercusiones del distanciamiento social y de las restricciones en las relaciones entre los adolescentes y en su desarrollo social”.