Cerramos esta semana dedicada a los profesionales de enfermería con el testimonio de dos compañeras que representan la vocación, la entrega y el corazón que hay detrás de esta profesión: Marieta, enfermera del servicio de urgencias, y Roser, enfermera en el quirófano de maternidad. Dos miradas diferentes, pero un mismo amor por cuidar.
Marieta se incorporó al Hospital La Salud en 2023. Su vocación nació en casa, inspirada por su madre, también enfermera. La admiración que sentía por ella fue lo que la impulsó a seguir este camino. “Desde pequeña la veía cómo cuidaba, cómo hablaba con tanto cariño de su trabajo… y yo quería hacer lo mismo”, nos cuenta.
Trabaja en el servicio de urgencias, un entorno exigente donde el ritmo es intenso, pero también lleno de humanidad. Lo que más valora de su unidad es el equipo: “Nos apoyamos mucho, trabajamos en equipo de verdad. Eso marca la diferencia.” Recuerda con claridad sus primeras semanas en el hospital, llenas de nervios y ganas de hacerlo bien. “En urgencias tienes que estar preparada para todo. Cada día es distinto y eso te obliga a aprender constantemente. Eso es lo bonito: que nunca dejas de crecer”.
Para Marieta, lo esencial es que cada paciente se sienta cuidado: “No son números. En momentos difíciles, necesitan sentir que estamos ahí para ellos”. Cuando le preguntamos qué consejo daría a quienes están comenzando en la enfermería, no duda: “Que sigan adelante. Es una profesión dura a veces, pero también muy bonita. Hay momentos que te llenan tanto, que te recuerdan por qué elegiste este camino”.
Roser se incorporó a La Salud en 2024, aunque tenía claro desde muy joven que quería ser enfermera. “Tengo familiares en el ámbito sanitario, pero lo mío es vocacional. Siempre he sentido la necesidad de cuidar, de estar cerca de quien lo necesita”, nos explica.
Actualmente trabaja en el quirófano de maternidad, un lugar lleno de emociones y momentos irrepetibles. Hace unos días vivió uno muy especial: asistió al nacimiento de unos gemelos. “Fue muy emotivo para mí porque yo también soy gemela. Me acordé mucho de mi madre. Fue como cerrar un círculo”.
Roser destaca los valores humanitarios del hospital y el apoyo que ha recibido de sus compañeras y supervisoras. “Desde el primer día me han ayudado a adaptarme, a aprender, a crecer. Aquí se respira cuidado con cariño, y eso te llega”.
Ha rotado por distintas unidades, lo que le ha permitido adquirir una visión global de la atención al paciente. “Cada servicio tiene su ritmo, su dinámica. Pero en todos se trabaja con la misma vocación de cuidar con profesionalidad y cercanía”.
Tanto Marieta como Roser coinciden en que lo más gratificante de su trabajo es poder ayudar a los demás. “Es una profesión exigente, sí, pero también muy gratificante. Nos quedamos con lo positivo, con las miradas de agradecimiento, con los pacientes que vuelven solo para darte las gracias”, afirman.
Para ellas, el éxito del trabajo diario está en el compromiso del equipo. “Cuando todo el mundo da lo mejor de sí mismo, el paciente lo nota. La clave está en eso: en el amor al trabajo bien hecho, en la vocación de servicio”.
Con testimonios como el de Marieta y Roser, cerramos esta semana con el corazón lleno. Gracias por ser ejemplo, por cuidar con alma, por demostrar que la enfermería es, ante todo, un acto de amor.