Este jueves previsiblemente se aprobará que el uso de mascarilla al aire libre deje de ser obligatorio a partir del sábado 26. Una buena noticia que, sin embargo, tiene su cruz. Los expertos en salud mental auguran que el porcentaje de población que sufre de trastorno de estrés postraumático pueda volverse más común durante los meses posteriores a la progresiva “vuelta a la normalidad” sobre todo en la población que ha pasado el COVID, siendo el riesgo dos veces más alto para las mujeres.
“La pandemia ha sido un factor de estrés significativo en la vida de muchas personas, incluidas las que no se vieron directamente afectadas por la enfermedad”, asegura Tony Crespo, psicólogo de La Salud. “Algunas, -añade- se han sentido aisladas y solas y eso pasa factura pero otras, además, están sufriendo efectos de largo alcance y traumas asociados con la COVID-19, entre otros estrés post traumático, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno adaptativo con ansiedad, etc.”
“Con el progresivo levantamiento de las restricciones la mayoría de las personas, en un periodo corto de tiempo, reanudaran sus vidas – trabajo, estudios, relaciones sociales, viajes, etc.- sin problema alguno- explica el Dr. Crespo- pero por otro lado las personas que carecen de un sistema de apoyo sólido pueden ser más vulnerables a sufrir un trauma emocional y, si este no es tratado, a largo plazo pueden hacerlos más propensos a sufrir distintos episodios de ansiedad, insomnio, irritabilidad, arrebatos de ira, ataques de pánico, hipervigilancia (estar constantemente en guardia ante las amenazas) y un reflejo de sobresalto excesivo (tendencia a asustarse fácilmente)”. “También puede haber síntomas que debemos vigilar- añade- como la hiperactividad (un estado anormal de ansiedad elevada) ya que generalmente se desarrollan como resultado de la reacción exagerada del cuerpo a la respuesta al estrés, que causa cambios biológicos en el cerebro”.
Para ir volviendo a la normalidad de forma progresiva podemos poner en práctica estos consejos:
Existen evidencias científicas que argumentan que la salud física influye directamente en la salud mental. El estrés psicológico puede manifestarse físicamente a través de tensión muscular, aumento de la frecuencia cardíaca, palpitaciones, temblores e incluso dolor. De ahí la importancia de que todas las personas, independientemente de su edad o estado físico, se muevan, ya que el movimiento es la puerta que hace procesar los efectos nocivos del trauma, la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático. “El progreso de una rutina deportiva debe ser lento, gradual y repetitivo para evitar abrumarnos”, explica el Dr. Tony Crespo.
La respiración diafragmática profunda es un excelente punto de partida que ayudará a mantener a raya los pensamientos destructivos y distractores. “Las respiraciones profundas y concentradas- explica Crespo- calman el sistema nervioso, disminuyen la frecuencia cardíaca, la presión arterial y centrándonos sobre el momento presente”. Esta práctica nos ayudará también a comprender lo que sentimos además de ofrecernos la respuesta a los cambios en lugar de reaccionar con miedo.
La tensión muscular es uno de los componentes intrínsecos de la ansiedad. Normalmente este mecanismo es automático e involuntario si bien podemos aprender a controlarlo voluntariamente igual que la respiración o los pensamientos.
La tensión y la relajación son estados del organismo que corresponden a dos partes del sistema nervioso autónomo: el simpático y el parasimpático. Cuándo nos ponemos nerviosos o tenemos miedo, etc., nos hallamos bajo el control del sistema nervioso simpático – llamado sistema de alarma – y, su activación implica una serie de cambios fisiológicos entre los que se incluye la tensión muscular.
A través de diferentes técnicas de relajación muscular, aprenderemos a discriminar cuando tenemos un músculo tenso y cuando esta relajado. Estos ejercicios se suelen hacer por grupos musculares: cabeza, mandíbula, cuello, hombros, brazos, manos, etc.
Otra forma natural de trabajar las posibles fobias a la vuelta después de la COVID es que todos aprendemos a superar los miedos irracionales a través de la exposición.
Para que esta técnica sea eficaz, la exposición tiene que combinarse con el manejo de pensamientos: pensamientos negativos que nos hacen sentir mal y modificarlos por pensamientos realistas y positivos. “La exposición debe ser gradual, empezando por situaciones que nos produzcan poca ansiedad e ir avanzando hasta llegar a las situaciones que produzcan mayor ansiedad y que se puedan tender a evitar”, explica el Dr.
Otra actividad que nos irá facilitando de esa nueva adaptación, será disfrutar de nuestras conexiones sociales; volver a reunirnos con nuestros seres queridos, familia y amigos…y, saber que ellos están ahí también para nosotros nos dará la seguridad y la confianza de que todo está bien.
Otras muchas ayudas para recobrar la confianza vendrán también de la vuelta normalizada a nuestro lugar de trabajo, de mantener un celebro activo en diferentes actividades y, sobre todo, de las ganas de seguir adelante con nuestro proyecto vital.
De todas formas y si a pesar de todas estas sugerencias siguiéramos mostrando cualquier sintomatología ansiosa, lo mejor es contactar inmediatamente con los profesionales de la salud mental quienes a través de un programa individualizado nos orientaran para nuestra pronta mejora.