Si se te pone la cara roja o tienes rubor facial con frecuencia, puede ser que tengas una enfermedad dermatológica muy frecuente que se llama rosácea.
Es una enfermedad inflamatoria cutánea, benigna y de causa desconocida. Se manifiesta de múltiples formas que afectan principalmente a la cara, y en concreto, a la región centro facial. Es habitual también la afectación ocular, tanto de los párpados como de estructuras internas.
La rosácea es consecuencia de una disregulación neurovascular, un trastorno de la inmunidad innata y de la inmunidad adquirida.
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Según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la incidencia de la rosácea es similar en hombres y en mujeres, aunque es algo más frecuente en éstas últimas. Sin embargo, en hombres puede ser más grave. Afecta a un 10% de la población en España y principalmente a personas con la piel clara.
Los síntomas suelen aparecer entre los 30-50 años en el 80% de los casos, aunque puede manifestarse a cualquier edad, incluso en la infancia.
Los síntomas de la rosácea varían en intensidad y presentación. En general, las personas que sufren rosácea tienen tendencia al rubor facial espontáneo, o ante estímulos concretos.
El enrojecimiento facial, transitorio o flushing, puede volverse persistente y dar lugar a la formación de pequeños vasos sanguíneos visibles, llamados telangiectasias, que a la larga empeoran los síntomas y el aspecto estético.
Además del enrojecimiento, la rosácea a menudo provoca la aparición de pápulas y pústulas. Estas lesiones de hecho, pueden parecerse al acné, lo que a veces lleva a una confusión diagnóstica. Hay que tener en cuenta, para diferenciarlas que, en el acné siempre aparecen puntos negros y en la rosácea, no.
A medida que la enfermedad progresa, pueden surgir nódulos dolorosos debajo de la piel.
¿Qué desencadena su aparición?
Aunque no se comprende completamente su origen, se cree que la aparición de la rosácea se debe a la suma de factores genéticos, desencadenantes ambientales y disfunciones del sistema inmunológico innato (en presencia de demodex), además de una disfunción en la regulación neurovascular.
Lo cierto es que el origen varía según el individuo, pero los factores que listamos a continuación pueden ser desencadenantes de esta enfermedad de la piel:
Identificar y evitar estos desencadenantes puede ayudar a controlarla y minimizar los brotes.
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Para tratar la rosácea, además de un diagnóstico adecuado, es esencial realizar un abordaje combinado y personalizado para casa caso, en función del tipo de lesiones predominantes y basado en terapias tópicas, físicas (luz pulsada intensa y láser) y tratamientos orales.
Lo que hay que tener en cuenta que todas las pieles con rosácea deben extremar las medidas de foto protección y ponerse cremas SPF 30 como mínimo (mejor 50) indicadas para este tipo de enfermedad todos los días. También deben evitar productos irritantes, peelings agresivos y realizar una higiene suave dos veces al día con agua templada.
El dermatólogo, es el único especialista con formación acreditada en el cuidado de la piel enferma.
En caso de que padezcas algunos de los síntomas que se han descrito en este post, consulta con alguno de nuestros especialistas en dermatología.
Post revisado por el Dr. Javier Melgosa