Durante el verano sabemos que hay que proteger la piel, sobre todo del exceso de radiación solar. La exposición prolongada al sol es el principal factor de riesgo en la aparición del cáncer de piel, conocidos como melanomas y carcinomas cutáneos. Sobre nuestra piel, estas radiaciones son capaces de producir mutaciones en el ADN de nuestras células que pueden impedir su reparación, iniciándose así el proceso de formación de un cáncer.
Pero en invierno no debemos desatender la protección, los rayos UVA y UVB actúan no sólo cuando el sol ilumina o calienta más. Sus efectos son constantes y hay que proteger la piel durante todo el año, llueva, nieve o esté nublado. Además en nuestras latitudes disfrutamos de muchas más horas de sol y tiempo despejado que en el resto de Europa, también durante los meses de invierno.
En estos meses sufrimos de temperaturas bajas y si viajamos a zonas de montaña, seguro que encontramos viento, ventisca e incluso nieve. En estas condiciones las pieles aparecen más pálidas, por la vasoconstricción. Los capilares se contraen y disminuye la irrigación, llegando menos oxígeno y nutrientes a las células de la piel.
Todo esto da un aspecto opaco y grisáceo a la piel. También experimentamos una sensación de tirantez por la capa formada por las células muertas. La secreción sebácea llega con más dificultad a la superficie para lubricar y nutrir la epidermis, dejándola seca y sensible. También la calefacción, a menudo excesiva, no contribuyen a mejorar esta situación.
Toca protegerse, también en invierno. Debemos usar protector solar de factor medio, o alto si viajamos a la nieve un día despejado y también debemos aumentar la hidratación, tanto por la ingesta de líquidos como por el uso de cremas humectantes o hidratantes, pero no cualesquiera. Existe una gran variedad de cremas en el mercado y debemos conocer muy bien nuestro tipo de piel y los ingredientes del producto que usemos para evitar efectos secundarios o una ineficacia del compuesto. Una visita a tu dermatólogo te permitirá conocer mejor tu piel y los productos que más te convengan.
A nuestras manos hay que dedicarle una atención especial, pues están más expuestas que el resto del cuerpo y debemos protegerlas. El agua fría, si lavamos o fregamos y si usamos jabones con demasiado detergentes, nos puede perjudicar manos y uñas. El uso excesivo de gel hidro alcohólico o trabajos manuales en intemperie, hacen que nuestras manos sufran y se estropeen en exceso.
Lunares, pecas, manchas y otras manifestaciones cutáneas que muestren alteración de tamaño, sangren o duelan, no deben ser desatendidas. Una revisión al empezar el invierno y otra al empezar el verano nos dará un diagnóstico preciso del estado de nuestra piel y recibiremos del dermatólogo los consejos necesarios para proteger nuestra piel, todo el año.