Las primeras etapas de la vida de nuestros hijos son muy intensas, su crecimiento es exponencial y las atenciones y cuidados que demandan, también. Es por ello que una de las mayores preocupaciones de los padres y madres es su seguridad. En la fase pediátrica de los pequeños, que lega hasta los 14 años, el descubrimiento del entorno que les rodea es un reto cotidiano y así debe ser, sobre todo en la primera infancia.
Para su perfecto desarrollo motor e intelectual deben tocar, empujar, caer, sentir, llorar, reír, tener frío y calor, escuchar, ver… vivir, en definitiva. Pero los padres queremos que todo ello se haga bajo la mayor seguridad posible.
Vamos a repasar algunas de las situaciones que debemos vigilar para aumentar la seguridad en las primeras etapas del crecimiento.
El hogar es el entorno cotidiano de los bebés y donde más peligros pueden encontrar. La supervisión por un adulto será el arma más efectiva en esta etapa, pues la energía del bebé y la necesidad de desarrollar sus habilidades y aprendizajes para el normal crecimiento, los hacen imprevisibles.
Nada de tacatá ni andadores, son un peligro, tanto por atrapamientos, golpes contra muebles o caídas. También anulan las etapas necesarias para el desarrollo infantil; arrastrarse, gatear, medir distancias, conectar ojo -mano – pie son esenciales para poder aprender a andar y crecer de forma saludable.
Las caídas son otro factor a tener en cuenta en la seguridad infantil. Las que deben alertarnos son las que tienen que ver con golpes en la cabeza. Mantén la calma y acude a urgencias si el accidentado es menor de 12 meses, si se ha caído de más de un metro de altura o si hay pérdida de conocimiento. Los vómitos, dolor de cabeza o llanto inconsolable son pistas de que algo no va bien y es necesaria la visita al pediatra de urgencia.
Si existe chichón, herida abierta, le sale sangre o moco por nariz u oídos y hace movimientos extraños con la mirada, la cara, las manos o las piernas, no esperes más y acude al hospital.
Las quemaduras son otro tipo de accidentes frecuentes, también provocados por la intensa actividad de los pequeños y por su curiosidad. Si ocurre una abrasión, debemos actuar rápidamente, retirar la fuente de calor y la ropa u objetos que estén en contacto con el niño, excepto si se han pegado a la piel.
El agua fría corriente sobre la quemadura durante 15 o 20 minutos rebajará su inflamación. La debemos cubrir con un paño limpio y nada de remedios caseros como pomadas o pasta de dientes, ni tampoco pinchar las ampollas. Podemos darle un paracetamol para aliviar el dolor y acudir al médico si la quemadura es profunda, de gran extensión o afecta a cara, cuello, manos y pies o genitales.
En reuniones familiares, cumpleaños o celebraciones existen momentos en los que los niños pueden sufrir atragantamientos por comer golosinas o alimentos duros por debajo de los 3 años. No permitir correr y comer, reír con la boca llena o utilizar juguetes de piezas pequeñas que pueden echarse a la boca.
Un altísimo porcentaje de accidentes son evitables si aplicamos el sentido común y no colocamos a los pequeños en situaciones de riesgo, preparamos las estancias o somos conscientes de sus debilidades y su comportamiento imprevisible. La presencia de un adulto y la supervisión de juegos, baños y momentos susceptibles de provocar accidentes, ayudarán a minimizar la probabilidad de sufrir daño. Y si ocurre, calma y acude a urgencias.