En la mayoría de ocasiones, detrás del aumento de peso hay un proceso de ansiedad o alguna emoción que intentamos paliar creando la necesidad de comer. Muchas veces esos procesos nos empujan a comer de forma compulsiva o, al menos, sin saborear ni disfrutar lo que nos llevamos a la boca, además de realizar múltiples actividades mientras comemos. Por ello, es importante, antes de comer, pararnos y poner el foco y toda nuestra atención plena en el acto de comer. Saborear cada alimento, despacio e intentando distinguir cada tipo de sabor (ácido, dulce, amargo…) haciendo un viaje hacia atrás en el tiempo pensando en todo el camino que ha recorrido ese alimento hasta llegar a nosotros. Se llama Mindful eating. Y nos ayuda a comer lo que realmente necesitamos, a disfrutarlo mejor y a saciarnos antes, ya que, en ese estado de alerta y atención, seremos capaces de sentir de forma clara y conocer las señales que nos indican que ya estamos satisfechos y no necesitamos más.
El Mindful eating es una herramienta, que puede utilizarse en el acompañamiento psicológico, que cada vez se manifiesta como más necesario para el éxito de una dieta a largo plazo y, sobretodo, para mantenernos saludables más allá de la estética.
“Muchas personas utilizan los alimentos como una forma de regulación emocional- explica Carmen Duro, Psicóloga de IVADI, el Instituto Valenciano Digestivo de La Salud- y por ello es necesario, al afrontar una dieta de forma seria, abordar distintas áreas de nuestra vida que nos puedan estar desestabilizando a nivel emocional: la situación laboral o familiar, el estrés, la autoestima, la higiene del sueño…”
Además, no es poco frecuente que las personas que quieren adelgazar lo hagan restringiendo ciertos alimentos “prohibidos”. Esa restricción- explica Duro- suele provocar más ansiedad, sobre todo, hacía esos alimentos “prohibidos”. Cuando se “saltan la dieta” suelen ingerir este tipo de alimentos y eso les puede causar culpa y frustración por haber comido más de la cuenta, lo que les pueda llevar a volver a restringir ciertos alimentos o a compensar de otra manera. Por lo que, el proceso se convierte en un círculo vicioso con aumentos y pérdidas de peso constantes”.
Con ayuda psicológica se identifican y trabajan las emociones que nos llevan a los atracones, además de la aceptación del cuerpo tal y como es. “Hay que soltar y dejar ir los pensamientos críticos hacia nosotros, tomar conciencia de nuestras emociones y pensamientos antes, durante y después de comer, para así, poder cambiar nuestra relación con la comida”.
“Se trata, al final, de hacer un trabajo multidisciplinar entre nutricionista, digestivo y psicólogo para obtener un éxito a largo plazo, que pasa no solo por sentirnos bien con nuestro cuerpo sino también por llevar un estilo de vida más saludable”, explica Carmen Duro.
“Si solamente se aborda la parte nutricional, se puede tener éxito a corto plazo- asegura- pero si no somos capaces de identificar y trabajar las emociones que nos hacen comer de forma compulsiva, o de detectar cuando las estamos confundiendo con una necesidad de comer, de comprender las situaciones y emociones que nos impulsan a comer o no comer, es muy probable que volvamos a ganar peso en cuanto dejemos la dieta restrictiva, ya que el problema que ocasiona este comportamiento seguirá ahí”.