Al iniciarse la temporada otoñal los síntomas respiratorios por lo general empeoran. En esta época circulan muchos virus y hay superposición con cuadros catarrales y la conocida rinitis alérgica, que generan un marcado empeoramiento de estos cuadros. Además, los bruscos cambios de temperatura y humedad son factores climáticos que agravan esta patología. La rinitis alérgica asociada muchas veces a la sinusitis, es muy común dada la conexión de toda la vía aérea tanto superior como inferior. También son más frecuentes los episodios de asma.
Diversos estudios han demostrado que el uso de las vacunas en pacientes con rinitis alérgica disminuye la probabilidad de que los pacientes desarrollen asma. Este efecto es más patente cuanto más joven es el paciente. Además, resultados recientes apuntan a que puede modificar el curso evolutivo de la enfermedad, evitando que se desarrolle también la aparición de nuevas sensibilizaciones alérgicas.
La vacuna de la alergia es la forma más común de referirse a la inmunoterapia específica con alérgenos. Esta terapia se utiliza para el tratamiento etiológico, es decir, de la causa, de las enfermedades alérgicas.
“La inmunoterapia con alérgenos consiste básicamente- según explica el Dr José Sanz, alergólogo infantil de La Salud–, en administrar al paciente alérgico pequeñas cantidades de la sustancia a la que tiene alergia. Estas cantidades se van aumentando hasta llegar a una dosis óptima que se mantiene durante todo el tiempo que dura el tratamiento”.
De esta forma, las vacunas modifican la respuesta inmunológica del paciente y consiguen que la respuesta tras la exposición al alérgeno no genere una reacción grave y que mejore de forma sustancial la calidad de vida del paciente.
“El momento de inicio de la vacuna depende de la historia clínica del paciente. En algunos casos- explica el Dr. Sanz- está claro que se deben usar desde el momento que se identifica la enfermedad alérgica. En otros pacientes, los datos son menos definidos y se puede esperar para valorar la evolución y ver si se necesitan las vacunas más adelante o si no será necesario usarlas. Por otra parte, las vacunas tienen un mayor efecto cuanto más precozmente se usen”.
Aparte de para la rinitis alérgica, las vacunas se usan también en las personas con asma que tienen alergia a ácaros del polvo, hongos, pólenes o epitelios de animales.
La alergia es muy variable en cuanto al tipo y la severidad de los síntomas. Depende también de la evolución de la enfermedad y la respuesta a la medicación.
El Dr. José Sanz matiza que “si los síntomas son leves y aislados y responden bien a la medicación, no será necesario usar vacunas. Tampoco si el alérgeno causal es sencillo de evitar como el epitelio de animal (perro o gato). Si, por el contrario, los síntomas son intensos o frecuentes, el tratamiento con vacunas no debe retrasarse. También se consideran para disminuir la cantidad de medicación que se necesita para controlar la enfermedad. La recomendación de iniciar un tratamiento con vacunas la emite el especialista tras un estudio detallado”.
En el caso de personas con múltiples alergias, la eficacia de la vacuna es variable y debe evaluarse individualmente. “Puede que alguno de los alérgenos tenga más importancia en los síntomas y otros pueden tener un papel mucho menor, por lo que estos últimos no formarán parte de la composición de la vacuna. Pueden emplearse mezclas de alérgenos similares, en número limitado a dos o tres como máximo”, asegura el Dr. Sanz.
El efecto de la vacuna se nota a medida que va pasando el tiempo. El paciente va percibiendo una mejoría clínica que se traduce en menos días con síntomas de alergia, síntomas más leves y, además, menos medicación de rescate. Por último, se nota que se tolera más cantidad del alérgeno causante sin que aparezcan síntomas.
También puede observarse mejoría en los análisis alergológicos. “Sin embargo- explica el Dr-, puede existir mejoría de los síntomas sin que las pruebas alergológicas se modifiquen de forma sustancial. En una gran parte de los pacientes, la mejoría de las vacunas se evalúa mediante los datos clínicos, sin ser necesarios los datos analíticos.