La Enfermedad de Ménière (EM) es una afectación del oído interno de evolución progresiva. Sus síntomas son diversos. Puede presentar sordera parcial, escuchar ruidos y zumbidos en el oído (acúfenos), tener sensación de taponamiento, ocupación o presión en el oído y crisis vertiginosas. De hecho, se considera la cuarta causa más frecuente de vértigo.
El jefe de Ortorrinolatringología de La Salud, el Dr. Rafael Barona explica que “la EM ocurre cuando aumenta el líquido del oído interno que llena el canal coclear (endolinfa), y se dilata el laberinto membranoso. Puede ser a causa de la existencia de algún tipo de alteración en los huesos temporales, de una atrofia en el saco endolinfático e incluso de un bloqueo óseo del acueducto vestibular que provocan una alteración en la reabsorción de este líquido”
“Las crisis de vértigo- explica el Dr.- se producen cuando a causa del aumento del líquido se rompe el laberinto membranoso, y la endolinfa se mezcla con otro líquido, la perilinfa, que baña la rampa del tímpano. Eso provoca una pérdida brusca de la función. Una vez se ha equiparado la presión entre endolinfa y perilinfa, la zona de rotura de la membrana se sella y poco a poco ambos líquidos laberínticos recuperan sus características, y las células sensoriales recuperan su función”.
“El vértigo es en general el síntoma más importante de la EM – explica el Dr. Barona- ya que incapacita al paciente. Sus características son muy variables. Aunque se presenta de forma espontánea, suele ir precedido de sensación de taponamiento, presión auditiva, aumento o variación de los acúfenos o de la hipoacusia… Tras unos minutos aparece el vértigo de gran intensidad, siempre de características periféricas, es decir, asociado a náuseas, vómitos, sudoración… que hace necesario que el paciente permanezca acostado”.
En general el vértigo dura 2-3 horas, nunca más de 24, y no existe pérdida de conciencia. Poco a poco el paciente se recupera, quejándose de mareo o desequilibrio durante unos días.
Con el tiempo suele disminuir la intensidad de las crisis y el paciente simplemente se marea o tiene sensación de balanceo. La frecuencia de las crisis es muy variable, a veces existen largos periodos asintomáticos y otras veces las crisis se encadenan unas con otras.
La EM provoca también una alteración de la audición, lo que se conoce como hipoacusia fluctuante o sordera parcial. La causa es la hiperpresión del líquido del oído que actúa dificultando la transmisión de la onda sonora de forma variable. “El problema- advierte el Dr.- es que, con el paso del tiempo y las nuevas crisis, se produce una lesión de las células ciliadas que son las encargadas de la detección del sonido en el oído interno y la sordera se hace irreversible”.
En este sentido, el Dr. Barona señala que “al principio la recuperación tras las crisis es completa, pero poco a poco se va haciendo permanente. Primero afecta a los tonos graves y poco a poco a todas las frecuencias. El paciente puede definir los acúfenos que sufre de diversas formas: silbido, zumbido, chirrido, rugido de mar… En general suelen ser un signo que alerta, de forma que cuando varían la intensidad le advierten de la inminencia de una crisis. Como la hipoacusia, tienen valor localizador, indican cual es el oído afecto”.
“Si en todo paciente es importante establecer una buena relación médico-enfermo, en la EM resulta imprescindible”, advierte el Dr. “Un ataque agudo de vértigo es física y emocionalmente una experiencia traumática- añade-, por lo que el soporte psicológico unido a una correcta educación del paciente, explicándole claramente la enfermedad que sufre, su posible evolución y que se trata de un proceso que no pone en peligro la vida, es posiblemente la parte más importante del tratamiento médico de la enfermedad”.
“Es necesario además estudiar y valorar la personalidad del paciente. La existencia de alteraciones psicológicas en estos enfermos es conocida desde hace tiempo y aunque NO se puede afirmar la existencia de un perfil psicológico determinado ni mucho menos de que se trate de una enfermedad de origen psíquico o psicosomático sí que algunos de los pacientes que sufren EM tienen un perfil psicológico marcado por la ansiedad y una cierta tendencia depresiva y fóbica, que debe ser tratada”, afirma el Dr.
Estos pacientes deben llevar una dieta baja en sodio, disminuyendo el consumo de sal. Además, se recomienda suprimir el tabaco, alcohol, café y té, así como las medicaciones estimulantes y controlar los hábitos y factores ambientales que producen fatiga o stress. Es importante mantener un ritmo de vida ordenado y realizar ejercicio físico moderado de forma regular.
Cuando las crisis de vértigo se consideran incapacitantes y no pueden ser controladas con el tratamiento médico, debe considerarse la posibilidad del tratamiento quirúrgico.
Comienza con el tratamiento Intratimpánico (dentro del oído), tratamiento que podríamos llamar semi-quirúrgico ya que es poco invasivo y relativamente sencillo. Está indicado cuando las crisis son incapacitantes como paso previo a un tratamiento quirúrgico más severo. Actualmente es el más utilizado ya que permite obtener altas dosis de estos medicamentos en el oído sin efectos generales. Se utilizan, dependiendo de la gravedad del caso, corticoides o fármacos ototóxicos (Gentamicina). Se administran entre 1 y 4 dosis.
En el resto, entre el 5-10 % de los pacientes, es necesario llegar a técnicas quirúrgicas más complejas como son la laberintectomía, indicada cuando la audición del oído afecto ya no es útil, o la neurectonía vestibular. “La neurectomía vestibular, sección quirúrgica del nervio vestibular, es la técnica que mejor resultados obtiene en cuanto a la curación del vértigo, aunque antes es necesario valorar, junto con el paciente los riesgos y beneficios, ya que es una técnica quirúrgica intracraneal que realizada en manos no expertas podría dar lugar a importantes complicaciones”, advierte el Dr. Barona.