¡Cuántas veces hemos escuchado lo importante que es comer poco y 5 veces al día! Pues bien, esta recomendación ya no es a día de hoy tan válida como antes. O, mejor dicho, puede ser válida para perder peso, pero no si lo que queremos, además, es fortalecer nuestra microbiota intestinal para tener un sistema inmunológico más fuerte.
“El estómago debe reposar para que nuestra flora intestinal tenga tiempo de regenerarse – explica Vanessa Martín, nutricionista de IVADI en La Salud- y si estamos ingiriendo alimentos cada pocas horas, no dejamos que ese proceso se lleve a cabo”, añade. “Actualmente parece que no podemos pasar 2 horas son comer algo y eso no es normal. Hay que comer cuando se tenga hambre -explica- pero nuestra generación no conoce lo que es el hambre de verdad. Lo que decimos que es hambre, no lo es realmente. Con tres ingestas al día es suficiente”, sentencia.
El estrés y la ansiedad sumados a la publicidad y a la relación en nuestra cultura entre ocio y comida, nos provocan la necesidad de estar comiendo y picando para, supuestamente, encontrarnos mejor. Eso no solamente no es así porque cuando comemos por ansiedad lo que estamos haciendo es esconder el problema real que no provoca ese malestar, sino que, además, nos está generando un problema de salud ya que los snacks que tomamos raramente son saludables y además los comemos de forma inconsciente, sin poner el foco, saborear y disfrutar de lo que estamos comiendo.
Toda esta manera errónea y poco saludable de relacionarnos con la comida se la estamos trasladando a los más pequeños. “No pasa nada porque los niños coman poco o porque salgan de casa sin desayunar”, explica Vanessa Martín. “Es preferible que se tomen un vaso de leche o de bebida vegetal al levantarse y luego en el cole almuercen algo saludable como un bocadillo de pan integral (evitando el pan de supermercado) con un jamón de calidad o atún o una fruta con un puñado de frutos secos, a que en casa desayunen una leche con chocolate y galletas o magdalenas”. Este tipo de alimentos tienen un índice glucémico muy elevado que hará que tengan un pico de energía que luego, cuando estén en clase, descenderá rápidamente y además no les quitará el hambre. Igualmente, lo que no deben tomar los niños más que de forma muy excepcional son alimentos procesados, bollería, fiambres, rosquilletas, zumos en brick, refrescos o batidos de sabores.
“Debemos acostumbrarnos a ingerir alimentos que liberen el azúcar de forma constante y sostenida durante varias horas como los panes y cereales integrales porque nos saciarán y además son mucho más saludables”, afirma Martín. En este sentido un desayuno ideal, si no queremos almorzar, sería una bebida vegetal con copos de avena al microondas para que se cocinen con una café o té y una pieza de fruta con unos pocos frutos secos. “Un desayuno así lleva proteína, carbohidrato y fruta que es lo que debe llevar cada una de las ingestas que realizamos para que nuestra dieta sea equilibrada.
En cuanto a la leche, la de vaca no es un alimento imprescindible ni para los niños ni para los adultos, asegura Vanessa Martín. “Hay muchos alimentos que tienen mucho calcio como los iogures naturales, el queso, los frutos secos, los dátiles, el perejil, el brócoli…”
Si preferimos no desayunar, para almorzar es ideal tomarse un café o té con una fruta, un puñado de frutos secos y un par de biscotes integrales con atún o aguacate.
Las meriendas, mejor no hacerlas para dejar reposar el sistema digestivo hasta la cena, pero en caso de no poder evitarla, podríamos tomar un iogur natural con una fruta, con una onza de chocolate negro derretida al microondas o unos frutos rojos batidos dentro.
Lo más importante es acostumbrar a los más pequeños a esta forma de alimentarse y no usar la comida ni como premio ni como castigo. La comida debe ser un placer. Hay que disfrutarla y entenderla. “Es una buena idea para que esto ocurra, implicar a los niños en la elaboración de las comidas. Es muy distinto comerse un tomate que has cortado tú, que uno que tus padres te han puesto en la mesa -explica Vanessa Martín-. Además, hay que ser conscientes de que no les puede gustar todo lo que les demos. No pasa nada. Hay que ir probando y repitiendo cada cierto tiempo sabores preparados de distintas formas.”